jueves, febrero 13, 2014

Cortometrajes Urbanos 4/ Una lata de Leche de las Grandes

 Como a las siete y media me meto en la cama con el niño y juego con él hasta que se duerme. Más tarde llega el papá y me trae algo de comer, una yaroa, un chimi o un picapollo, tú sabes, a según por donde ande él esa noche. Yo lo dejo en la mesa y después nos vamos al sillón de la salita, yo me cuido porque mami me dijo que no  se me ocurriera parirle otro hijo a ese hombre. Después de eso él se va, nunca duerme aquí, ni me interesa que lo haga. Cada quince días me trae una lata de leche de las grandes y ya, con eso él cree que cumple y yo lo dejo porque tampoco quiero que crea que mi hijo le debe nada.

Yo lo conocí porque él era amigo de los mellos, los hijos del herrero que vive al lado de mami, jugaban pelota juntos. A los dos hermanos los firmaron y justo cuando yo salí embarazada a él lo botaron de la academia de beisbol. Su mamá no quiere saber de mi porque él le dijo que fue por la barriga, lo que ella no sabe es que los mellos me dijeron que lo botaron por unos tenis que le robó a un chamaquito de San Juan de la Maguana que vino a que lo viera un tipo de esos que bregan con los equipos de grandes ligas.


Hace cuatro días que no viene por aquí y ayer vinieron unos policías de homicidios preguntando por él. Eso me preocupa porque la lata de leche casi se está acabando. 

sábado, febrero 08, 2014

Cortometrajes Urbanos 3/ To Ink or not to Ink

-Qué lugar tan rata, fue su primera expresión al llegar al edificio comercial de dos niveles donde se encontraba el salón de tatuajes que, según nos habían indicado, era el mejor sitio para hacerse un piercing.

-Sí, es rata, pero, la verdad que yo no confiaría en un sitio de tatuajes que se encuentre en Blue Mall, le dije queriendo señalar una conexión entre lo decadente del lugar y la connotación underground que tienen los tatuajes.

-Mmmmhh, es cierto, dijo ella.

En el primer piso un híbrido entre  ¨drink¨ y sports bar se animaba con una bachata en alto volumen que  no podía molestar a los comercios vecinos pues todos los locales parecían cerrados desde hacía mucho tiempo. La escalera que conducía al segundo piso estaba pobremente iluminada con un bombillo fluorescente de bajo consumo. La escena era similar a la de la planta baja, sólo el sitio de los tatuajes, al final del pasillo se encontraba operando. Tuvimos que golpear el cristal para que uno de los hombres sentados alrededor de un cliente se levantara y nos abriera.

-Que´lo que, montro, me saludó chocando su puño con el mío.

Ella se adelantó a explicarle,

-Pae nosotros fuimos los que te llamamos por lo del piercing. Trajimos el arete y quiero ver si puedes hacerlo.

-Rubia, despreocúpate, llegaste al sitio que e´. Un piercing en la nariz, es un asunto sencillo.

A todo esto yo,  que ya me voy poniendo en actitud de antropólogo urbano, me dedico a mirar alrededor. El sitio estaba dividido en tres cubículos y en el del medio, un cliente era atendido. Su brazo derecho se encontraba descansando en una mesa de trabajo mientras uno de los artistas-dermografos, así les dicen profesor, realizaba una sorprendente creación llena de sinuosidades barrocas que se iban formando sobre el fuerte antebrazo de aquel joven que estoicamente soportaba el dolor que luego se transformaría en orgullo exhibicionista.

Mientras observo, Edward, así se llama el maestro artista-dermografo ha enviado a Andrés, una especie de asistente y muchacho de mandados a buscar un catéter No.20, lo que sea que eso signifique, para proceder con lo del piercing.

-Aquí Blonda, le ahorraré los detalles, porque no tienen nada que ver con el cómo termina la historia. Lo cierto es que estuvimos como una hora en el sitio, ella lloró, se sintió mal, quería vomitar, le salió sangre y cuanto malestar puede producir una perforación a sangre fría en la nariz. Mientras tanto yo estuve mirando todo el tiempo. Conversaba con los demás artistas, escuchamos algo de música urbana que alternaron con un poco de canciones de los Cranberries. Le preguntaba al maestro cosas sobre los tatuajes y él mismo nos mostró sus antebrazos, un delicado dibujo del rostro de su hija en el derecho y un demonio japonés en el izquierdo, por cierto,  fue ella quien lo reconoció. El hecho es que la conversación derivó hacia los precios de los trabajos y a la dificultad de los mismos.

-Mira por ejemplo, yo quiero hacerme un tatuaje, no, mentira, tres tatuajes. Dos en la parte interior de los muslos. Aquí, dijo señalándose cerca del sexo. ¿Duele mucho ahí?

-Podría doler, dijo Edward,  ¿Qué quieres hacerte ahí?

-Una paleta, es decir un bolón, una paleta de esas que son una bolita con una especie de cinturón en relieve, ah y una fresita del otro lado. El otro lo quiero aquí en el costado donde nacen los senos  y es una frase, quiero que diga Hail Sagan!!! 

Hacía un tiempo me había hablado de ese plan de tatuarse esa frase, producto de su admiración por el astrónomo Carl Sagan.

-Ah, ok, serían letras. Eso ahí duele un poco. Pero como eres muy blanca hay que ponerte menos tinta.

-No importa

Faltaba todavía la segunda parte de la operación que consistía en poner el arete a través de la perforación y fue doloroso, pero eso tampoco importa para el final de la historia.

-Dime entonces como termina la historia.

-Profesor, eso fue hace un año. Hace dos semanas la vi en Nueva York y en una tarde de verano y de la mejor manera posible, los vi yo mismo de cerquita,  me enteré que los tatuajes, los mismos que ella describió, están allí.  Los vi, y espero volverlos a ver. 

-Ojalá

En el puerto, al caer la tarde

El puerto se anima a esta hora. Mientras limpio las redes miro a los mercaderes y a los patrones de barcos discutir los precios, ajustar los pesos y repartir la paga. En este momento pienso en los tiempos que dirigí una carga de soldados contra un ejército superior al nuestro. Me hice grande con la espada y el escudo.

Después de esas campañas me alejé a otras tierras, fui mercenario al servicio de reyes y señores de la guerra. Atravesé desfiladeros y desiertos. Escalé altas cumbres y vi hombres, hombres mejores que yo sucumbir ante el frío, el hambre y la locura. En oriente visité extraños bazares y frecuenté prostíbulos donde las mujeres cantaban mientras se ayuntaban con los hombres. Conocí adivinos y agoreros, farsantes y estafadores, hijos bastardos de reyes y guerreros.

En una prisión mas allá del Ganges hablé con un asesino cuya cabeza estaba reservada para la espada. La conversación duró toda la noche y al despuntar el alba se lo llevaron. Recorrí ciudades extrañísimas, en una de ellas un hombre con un solo ojo en la frente predecía el futuro. No quise hablar con él, confieso que tuve miedo. Fui discípulo de un hechicero que un día amaneció envenenado. Las autoridades de la ciudad se apresuraron a enterrar su cuerpo que se descomponía rápidamente. Advertido de que ellos mismos habían planeado su muerte, huí vestido de mujer en una carreta cargada de prostitutas que serían vendidas en los mercados de esclavos y burdeles que abundaban en la ruta. Conocí adoradores de dioses crueles que exigían sangre humana continuamente y en un camino un monje sabio y ciego me relató todo mi pasado.


Pero esos eran otros tiempos, hace años que estoy varado en este puerto y diariamente vengo para hacerme a la mar a pescar. A esta hora el puerto se anima y se confunden las lenguas locales con las de los marinos que vienen de lejos, pero ninguna es la lengua en la que aprendí mis primeras palabras.