jueves, abril 07, 2016

Cortometrajes urbanos12/La Mar de Santo Domingo…

De pequeño yo solía andar por esos lugares alrededor del obelisco. De muy pequeño, pues siempre iba de la mano de alguien. Mi abuela nos mandaba de paseo al parque Hostos, que ella  que no era para nada trujillista, llamó siempre parque Ramfis.

Algunos recuerdos guardo de haber caminado sobre el viejo rompeolas que guarda la rada del puerto de Santo Domingo. Siempre hay poesía en el hecho de venir a la orilla del mar. Al final todos somos viajeros y como caribeños, gentes del mar.

Hay belleza en esta tarde, en esta plaza que ofrece un terraplén sobre la mar. El muro del rompeolas, lo que queda de él,  es el camino que lleva a la punta donde un anciano toma el sol en ropa interior. Algunos hombres pescan con anzuelo y sedal en las aguas, contaminadas de la desembocadura del rio, donde desde hace varios días esperan tres barcos. Sólo Dios sabe qué orden aguardan y hacia qué puerto irán.  Son props de la escenografía puestos ahí para mí.

Hoy quiero ser feliz y alejar un poco lo gris. La he convocado a ella conmigo; lo que miro no es solo mío, lo comparto. Esta ciudad al borde del mar da para los dos.


Al final del muro encontramos un espacio para ver en la mar cosas que no habíamos visto o sería mejor decir: la mar nos revela cosas que no habíamos visto. Me quito la camisa y me quedo al sol y a la brisa marina. Es entonces cuando veo y siento. Veo una sonrisa y siento una mano en mi espalda, tan cálida como ese sol que recorta las siluetas de los edificios. Un regalo de la mar de Santo Domingo que está ahí, azulita en esta tarde.