domingo, marzo 21, 2010

Felipe, Avilés y Santo Domingo


Felipe me pide que le regale un libro de su abuelo Máximo Avilés Blonda. A pesar de que aun no lee, está aprendiendo, entiendo que ¨la poesia es un arma cargada de futuro¨ y le alcanzo un ejemplar de Cuaderno de la Infancia (Ediciones del Banco Central de la República Dominicana, 1998), lo acepta de buena gana y con su libro bajo el brazo se aleja conforme.

Aun no puede entender Felipe esos versos escritos por un hombre que recuerda una infancia triste que quizás plantara en él la semilla del poeta, relator de una historia personal que se desarrolla en ese Santo Domingo de la premodernidad, una ciudad de casa de puertas altas pintadas de marrón, de aljibes en patios, de viejos fuertes coloniales usados como espacios para juegos; en fin, un libro lleno de imágenes de una ciudad que ya no existe.

Santo Domingo, la ciudad de Avilés cuando era niño, se transformó de la mano del dictador Trujillo.  El poeta escribe Cuaderno de la Infancia en el año 1965, año de la Revolución de Abril, de la Guerra como le gustaba llamarla, jornada patriótica que se constituye en el parteaguas de la ciudad y que lo motivaría a él y a otros a emigrar a los suburbios. Se referiría entonces a aquel Santo Domingo del pasado como ¨la ciudad¨, ir a la ciudad fue entonces un ritual obligado, implicaba la visita a los familiares que habían quedado allí, a viejos amigos e incluía sobre todo ver el mar,el mar cuya presencia aparece frecuentemente en sus poemas.

Felipe aun no lee, está aprendiendo, lucha con fonemas y páginas de palabras dictadas. Felipe vive en una ciudad diferente a la que le tocó a su abuelo. Ya no existen los apretados patios con aljibes, ya en mayo no llueve como antes y las mecedoras han desertado las aceras desalojadas por el tráfico y la delincuencia. Alrededor de los finales de febrero me ha pedido que le lleve a la Puerta de la Misericordia, quiso apreciar la distancia desde esta hasta la Puerta del Conde. Quería situarse en la perspectiva de los independentistas en la noche del 27 de febrero. Como dije antes, Felipe está aprendiendo y usa la vieja ciudad como recurso. Ojalá le sirva este libro de su abuelo para conocerla un poco.

Por circunstancias personales en estos días escribo desde dentro hacia fuera, quizás por ganarme un día o engañarme pensando que engaño al paso indefectible del tiempo, por eso es que les importuno con esta nota. La petición de mi hijo para que le regale un libro de poesía me sirve para conectarlo con el abuelo que no conoció y para lanzar unos dados en una apuesta feliz. La poesía es un arma cargada de futuro, ha escrito Gabriel Celaya. Felipe con su libro bajo el brazo lleva un boleto de viaje hacia una ciudad que ya no es pero que desde ese libro se proyecta hacia las generaciones que, como la de Felipe , quizás sean aquellas en las que descansa la esperanza de un mejor mundo.

Marcos A. Blonda es arquitecto