sábado, enero 18, 2014

Haiku

Una bandada de cotorras,

Rojo sobre verde,

Algarabía en el aire

Cortometrajes Urbanos2 /Audi A6



-Llegas tarde y sonreído, a ver que me cuentas esta vez. 

La costumbre autoimpuesta de sentarme a oír las andanzas de mis amigos y transformarlas en estos cortos urbanos me hacen estar atento todo el tiempo a las expresiones, cambios de humor y hasta a presentir, bajo la superficie, cualquier cosa siniestra o alegre que genere una historia.

-Mire Blonda, le cuento que hay una especie de clarividencia que procede del hecho de estar enamorado.

-Explícate a ver, ¿hablas de percepción extrasensorial?

-No, no es eso, es algo que procede de una especie de estructura mental que se forma alrededor del ser amado y que nos permite presentirle y hasta vislumbrar su futuro, si y sólo si, nos atenemos al hecho de que para los amantes nada mas existe el presente.

-Vale, te sigo.

-Pues mire usted recién hace un momento he asistido a la realización de una visión que tuve hace unos años. Ocurrió durante una conversación de sobrecama, en  ese momento supremo en el que ella hunde la mitad de la cara en la almohada y te mira con un sólo ojo atento. Te da la impresión de estar hablando con un ciclope. Mirando aquel ojo se me ocurrió decirle, mira, habrá pasado el tiempo y te encontraré un día en la calle, tendrás dos mellizos parecidos a ti y un marido impecablemente vestido, todos ustedes serán impecables, tendrán cosas, cosas caras, pero debajo de todo eso tú seguirás siendo tú. Debajo de esas convenciones, tu espíritu, que necesariamente busca otras cosas estará ahí. Ya lo verás, te encontraré  y ese será el cuadro, como la escena de una película. El ojo parpadeó dos veces e incorporándose ella me preguntó,

-¿Tú crees que un hombre que tenga todas esas cosas me querrá a mi? 

-Eres un lujo para cualquier hombre, tenga cosas o no tenga, le dije. Este último era mi caso, usted entenderá, Blonda. En aquella ocasión le dije hasta la marca del carro que tendría su marido. Hasta esos detalles puede darte la clarividencia procedente del amor. 

-Interesante tu punto, prosigue por favor. 

-Bien, como se ha fijado usted, hoy he llegado tarde. Antes de venir he pasado por la librería a buscar un libro que había encargado. Allí he estado dando vueltas por las estanterías y me la he encontrado de nuevo frente a frente. Llevaba un libro de Kierkegaard.  Estaba hermosa y si seguía leyendo los mismos filósofos, eso quiere decir que ciertamente seguía siendo la misma. 

Después de los saludos convencionales y las preguntas de rigor, aparecieron dos niños de unos siete años, bien vestidos, impecables, tal como yo había dicho, acompañados de un hombre con las mismas características. Una camisa de marca, pantalones estilo bermuda y mocasines caros sin medias. Aquella conversación vino a mi memoria de repente y por un segundo me fui lejos, su voz me devolvió al presente.

-Él es Ricardo, mi esposo.

Al tiempo que le extendía la mano a Ricardo y se la asía firmemente le miré a los ojos y  le dije:

-Mucho gusto Ricardo, dime una cosa, ¿Qué carro manejas?

Me miró confuso y dijo:

-Eeeeeh, un Audi A6…

-En ese momento yo sonreí, y ella también.