jueves, abril 28, 2016

Cortometrajes Urbanos 14/San Miguel Arcángel

El primer día de abril de aquel año fue viernes. Un día  soleado con un cielo de pocas nubes. Nos encontramos con el sol de las tres de la tarde detrás de la vieja iglesia de San Miguel porque una puerta trasera nos llevó allí.

Caminando con ella me siento libre y en esa libertad tomo su mano, su mano muy pequeña. Al pasar por la puerta lateral del templo veo unas humildes mujeres en los bancos y en el altar la imagen del Arcángel Miguel espada en mano. No lo sabe, no se lo digo pero nos pongo a los dos bajo su protección y en ese momento me dice:

-Me he dado cuenta de algo que me gusta. Es la primera vez que estoy con alguien sin nada de por medio.

-¿Nada como que?

-Una sustancia. En mi caso siempre había un joint o una raya de cocaína… Cosas así… Aquí no hay  eso.

Yo sonrío y le doy la razón. Sé que puedo amarla mucho y que en un ratito la tendré por vez primera. Siento esa ansiedad previa al primer encuentro, a la primera entrega de la carne, porque de su alma ya he tenido un atisbo pequeñito pero suficiente para saber cosas profundas.


Cuento con San Miguel para que nos cuide…




jueves, abril 07, 2016

Cortometrajes urbanos12/La Mar de Santo Domingo…

De pequeño yo solía andar por esos lugares alrededor del obelisco. De muy pequeño, pues siempre iba de la mano de alguien. Mi abuela nos mandaba de paseo al parque Hostos, que ella  que no era para nada trujillista, llamó siempre parque Ramfis.

Algunos recuerdos guardo de haber caminado sobre el viejo rompeolas que guarda la rada del puerto de Santo Domingo. Siempre hay poesía en el hecho de venir a la orilla del mar. Al final todos somos viajeros y como caribeños, gentes del mar.

Hay belleza en esta tarde, en esta plaza que ofrece un terraplén sobre la mar. El muro del rompeolas, lo que queda de él,  es el camino que lleva a la punta donde un anciano toma el sol en ropa interior. Algunos hombres pescan con anzuelo y sedal en las aguas, contaminadas de la desembocadura del rio, donde desde hace varios días esperan tres barcos. Sólo Dios sabe qué orden aguardan y hacia qué puerto irán.  Son props de la escenografía puestos ahí para mí.

Hoy quiero ser feliz y alejar un poco lo gris. La he convocado a ella conmigo; lo que miro no es solo mío, lo comparto. Esta ciudad al borde del mar da para los dos.


Al final del muro encontramos un espacio para ver en la mar cosas que no habíamos visto o sería mejor decir: la mar nos revela cosas que no habíamos visto. Me quito la camisa y me quedo al sol y a la brisa marina. Es entonces cuando veo y siento. Veo una sonrisa y siento una mano en mi espalda, tan cálida como ese sol que recorta las siluetas de los edificios. Un regalo de la mar de Santo Domingo que está ahí, azulita en esta tarde.