lunes, enero 12, 2009

Disquisiciones

Desde la irrupción de la razón y el inicio del proyecto moderno como categorización filosófica, hasta la posmodernidad que admite toda manifestación de la razón y la sinrazón, amalgamada por un relativismo que haría palidecer al Cambalache de Discepolo, hemos sido signados por el debate de las ideas. Desde el siglo XVIII, los avances en la ciencia y la técnica nos llevaron a asistir como humanidad a las múltiples revoluciones que permitieron de una manera u otra que arribásemos al momento de la historia que nos toca vivir hoy. Conceptos y avances científicos y técnicos se han combinado para que dispongamos, por lo menos una parte de la humanidad, de mas tiempo de vida, acceso a información, capacidad de recorrer grandes distancias en poco tiempo y un largo etcétera.

Las aseveraciones anteriores se pueden complementar con el hecho de que además hemos contado con grandes ideas en el terreno de lo político y lo social. Desde la decapitación del régimen monárquico y la instauración de una república hasta las utopías socialistas, pasando por los más aberrantes totalitarismos han matizado el recorrido de la especie humana en estas agitadas centurias. Las ideas, erradas o no, han guiado a la humanidad. Seguir una idea implica abrazar un credo y a veces, de manera lamentable, un dogma. Si algo debe hacernos falta en esta posmodernidad inclusiva hasta el exceso, es que las ideas parecen haberse esfumado en aras de un pragmatismo gobernado ya sea por la ¨mano invisible del mercado¨ o por un afán de concertación jalonado por intereses geopolíticos para mantener un determinado status quo. Ante esa situación surge un nuevo tipo de liderazgo que se mueve según sople el viento, caracterizado además por la repetición de formulas elaboradas en los centros de pensamiento internacional, los llamados think tanks de la globalización.

Las formulas vienen enlatadas y el debate, si lo hay, ha perdido esa dimensión heroica que poseyeron los grandes credos políticos surgidos en el siglo XIX y que guiaron el pensamiento humano en el XX, todo ello a pesar de las grandes guerras que caracterizaron a ese violento siglo. Por lo menos entonces se sabía que se luchaba contra el fascismo o contra el comunismo, hoy día nos faltan enemigos tan bien definidos y tan fáciles de ubicar. Nos faltan los grandes líderes con ideas grandes. El mundo ha heredado la tierra prometida de la técnica y la ciencia y con ella a unos repetidores de formulas y actores de poses aprendidas


Marcos A. Blonda es arquitecto