Un libro de Chejov
Una vez me pediste un
libro de Chejov.
El fin se presentía tímido, por debajo de las aguas calmadas, pero yo nada temía.
Sostuviste el libro, lo moviste como quien busca reflejos.
Acariciaste la portada, roja con letras doradas. Lo deseaste para ti y yo
accedí.
Una noche leerás a Chejov.
Yo no estaré en el recuerdo de esa tarde,
Tú tampoco
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