Cortometrajes urbanos 7/Till There was You
Miro la tarde ¨desde lo alto¨.
Desde la ventana del séptimo piso y sobre el farallón veo allá abajo la ciudad.
En primer plano, el Manguito, luego la Feria y más allá el mar que toma a esta
hora un color azul plomo. Es injusto que se pierda una tarde como esta. Se hace
necesario ir allí, al borde de la ciudad, al límite con el mar.
Navegar la ciudad, sentir lo
vital en el caos. Entender que aun allí
donde parece no crecer la hierba hay un espacio de sombra que nos alberga en
una tarde hermosa y que en algún lugar hay una puerta que se abre para alguien.Quizás
para quien menos lo espera y tras una sonrisa se encuentra la promesa de un
amor o, para los que son dichosos, la renovación diaria del encuentro de los amantes.
La luz me da verde y a la
orilla del mar, Sonny Rollins desgaja en el CD player las tres primeras notas de
Till
There Was You, una canción de un musical que adaptó al sonido del bebop,
y el paisaje se transforma. El tránsito lento me favorece y la claridad de la
tarde permite ver dos barcos que a lo lejos cruzan frente a la ciudad. Pienso
en hombres dedicados a tareas más altas, a largas noches de guardia junto al
timón. Desecho la idea y al mismo tiempo me digo, las computadoras han acabado
con lo heroico de la marinería. Son unos pendejos mirando coordenadas en una
pantalla.
Un trío sin piano, algo que
abría múltiples posibilidades al saxofón. Una textura fluida, un sonido meloso y
denso que se licua en la improvisación. El bajo, la estructura sobre la que
descansa todo. Oscar Pettiford en esta grabación de 1958 remasterizada para CD.
Max Roach en la batería marca el ritmo en un dialogo con el bajo que se
interrumpe en un solo que remata el tinglado donde enredar los arpegios de
Colossus.
Disfruto de la lentitud del tránsito,
porque me permite mirar el mar. Frente a mí, en la dirección de la vía, vehículos
de diferentes tamaños se suman en una aglomeración sin orden; no me importa. La
música me aleja de ello y el mar me sirve de escena. Giro en el obelisco y
retorno por un carril más fluido como si de un solo de saxofón se tratara. La
esquina que era una parada obligada para comprar cervezas es desechada por mí, ¨sólo
por hoy¨ y le sumo un día más a mis cinco años de sobriedad.
Las calles que llegan hasta
la avenida me abren la puerta hacia el norte, hacia suburbia, donde, como decía
al principio, tal vez hay una puerta que se abre para alguien. Me llevo conmigo
a Sonny Rollins, compañero de viaje en esta ciudad caótica.
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